No era su chico ideal, ni si quiera el prototipo. Ella no era especialmente inteligente, ni atractiva, ni paciente. Pero una tarde en la que las ocupaciones brillaban por su ausencia, tomaron la decisión de darse la mano, juntar sus cuerpos -previamente esterilizados- y besarse a intervalos más o menos regulares. No había nada mejor que hacer. Su decisión sólo les trajo ventajas: su beso falsamente apasionado era admirado por todos los que les rodeaban que, extasiados, veían en ellos una pareja enamorada.
El beso, famosa escultura del impresionista Auguste Rodin, fue ideada para formar parte de sus míticas Puertas del infierno. Los rasgos impresionistas de dinamismo, realismo, elementos que se entrelazan y se fusionan, movimiento...le dan al conjunto un aspecto cambiante, a la vez que combinan a la perfección con el desnudo y le aportan una cierta idealización en las formas que nada tienen que envidiarle al arte griego. Esto la hace ser, quizás, una de las esculturas más bellas del siglo XIX.