"Érase una vez, en un país lejano, un joven príncipe que vivía en un resplandeciente castillo. A pesar de tener todo lo que podía desear, el príncipe era egoísta, déspota y consentido. Pero, una noche de invierno llegó al castillo una anciana mendiga, y le ofreció una simple rosa, a cambio de cobijarse del horrible frío. Repugnado por su desagradable aspecto, el príncipe despreció el regalo y expulsó de allí a la anciana. Pero ella le advirtió que no se dejara engañar por las apariencias, porque la belleza se encuentra en el interior. Y cuando volvió a rechazarla, la fealdad de la anciana desapareció, dando paso a una bellísima hechizera. El príncipe trató de disculparse, pero era demasiado tarde, pues ella ya había visto que en su corazón no había amor. Y como castigo, lo transformó en una horrible bestia, y lanzó un poderoso hechizo sobre el castillo y sobre todos los que allí vivían. Avergonzado por su aspecto, el monstruo se encerró en el interior de su castillo con un espejo mágico como única ventana al mundo exterior. La rosa que ella le había ofrecido era en realidad una rosa encantada, que serguiría fresca hasta que él cumpliera los 21 años. Si era capaz de aprender a amar a una mujer, y ganarse a cambio su amor antes de que cayera el útlimo pétalo, entonces se desharía el hechizo; sino, permanecería condenado a seguir siendo una bestia...para siempre. Al pasar los años, comenzó a impacientarse y perdió toda esperanza pues, ¿quién iba a ser capaz de amar a una bestia?"
¿Cuándo dejaremos de comportarnos como la Bestia? Pues, ¿a cuántas ancianas rechazamos a lo largo de nuestra vida? ¿Cuándo aprenderemos a amar y a ser amados, en lugar de quedarnos encerrados en nuestros castillo, mientras pasa el tiempo, juzgándo a las personas sólo por su aspecto?